Al igual que el vino o el aceite, el agua reivindica su lugar en la lista de elementos naturales capaces de conquistar los paladares más exigentes. Pese a que las catas de este elemento son bastante recientes, cada vez hay mayor número de expertos dispuestos a acabar con la creencia popular que señala que el agua es incolora y carece de sabor.
Con el paso de los años, los formatos de presentación de este líquido indispensable para vivir, así como los tratamientos que lo rodean para garantizar su calidad se han ido sofisticando. Y en este camino directo a la excelencia, se han unido un buen número de profesionales dispuestos a certificar y compartir sus conocimientos para ayudar a los consumidores a distinguir entre un agua de mayor y menor calidad.
Con este objetivo, es importante afinar bien los sentidos para apreciar cada uno de los matices que acompañan a cada sorbo. Unas aptitudes que se deben ir ejercitando y que podemos poner en práctica en cualquier ocasión, ya sea cuando estemos bebiendo un vaso en las fuentes de agua de la oficina o cuando pidamos una botella en un restaurante.
¿Qué aspectos se deben tener presentes para valorar la calidad del agua?
El agua reúne un importante número de matices relacionados principalmente con el olor, el gusto y el color. Elementos que hacen posible diferenciar unos productos de otros y que, al igual que pasa con los vinos permiten clasificar su calidad y decantarse por aquellos sabores que más se acercan a las preferencias del catador.
“El grado de transparencia o el brillo del líquido son algunos de los factores determinantes para comenzar a valorar si el agua que bebemos es de mayor o menor calidad”
En este ejercicio práctico para aprender a apreciar los detalles y riquezas del agua es importante, en primer lugar agudizar la vista para determinar el nivel de transparencia del líquido, ver si tiene brillos o si por contra presenta una tonalidad blanquecina. Unos primeros factores que nos permitirán comenzar a valorar y establecer comparaciones.
El segundo sentido que tenemos que poner a trabajar es el olfato ya que, digan lo que digan, el agua tiene su olor. La capacidad de distinguir entre unos aromas y otros permitirá, con el tiempo, determinar si se trata de un agua con exceso de cal o con una alta presencia de hierro. Un aspecto, en este caso que se dejaría notar también bajo la forma de una tonalidad rojiza en el líquido.
Diferentes pautas para conseguir apreciar los distintos sabores del agua
La prueba de fuego en esta cata llega como no podría de ser de otra manera a través del sabor. Para conseguir ir apreciando de una manera más precisa los diferentes contrastes del agua es importante dar unos sorbitos pequeños y dejar reposar el líquido en la boca para ir distinguiendo los posibles matices.
“La práctica progresiva de diferentes técnicas de cata permitirá a los interesados apreciar con mayor claridad si el agua tiene un sabor más dulce, salado o se caracteriza por unos toques más amargos”
El abanico de sabores es amplio pero suele caracterizarse por varios parámetros comunes que van desde pinceladas más dulces, a otras más saladas o de tipo más amargo. Algunos expertos establecen también determinadas alteraciones o cambios en los sabores provocados por la composición de los envases en los que se comercializa el producto.
En definitiva, se trata de ir poniendo a prueba los diferentes sentidos para educar la vista, el paladar y el olfato en el arte de conseguir ver más allá de lo simple y beber un agua de calidad y que se adapte a nuestros gustos.